
En diálogo con la Red Alilo Ortiz, historiador y escritor riojano resumió con crudeza una verdad incómoda: La Rioja ha ninguneado sistemáticamente a uno de sus más grandes próceres. “A los riojanos parece no importarnos que el primer documento que la Argentina envió al mundo esté firmado por Pedro Ignacio de Castro Barros», dijo Ortiz.
Todos saben quién fue Pedro Ignacio de Castro Barros. Lo aprendimos en la escuela, lo vemos en nombres de calles y plazas. Pero más allá del nombre, su importancia en la historia nacional parece no haber calado hondo en la identidad riojana. “Es como si su figura no nos dijera nada”, dice Ortiz. “Todos hablan del Chacho, de Facundo, y está bien. No se trata de quitar méritos. Pero Castro Barros representó a La Rioja en el Congreso de Tucumán, fue presidente de ese Congreso, pronunció el sermón patrio en 1815, y su palabra fue tan poderosa que el gobierno decidió imprimirla y repartirla en todas partes. Eso no es menor.”
El sermón patrio al que se refiere fue leído un año antes de la declaración de la independencia, y anticipó muchos de los conceptos que luego serían formalizados. Fue un mensaje político y espiritual al mismo tiempo, que buscaba preparar a la sociedad para el gran paso que se venía. “Durante un año se panfleteó ese sermón. Fue la antesala de la independencia. Castro Barros no fue un figurante: fue un actor central.”
Pero el dato más impactante es este: el primer manifiesto de relaciones exteriores de Argentina, dirigido a las naciones del mundo en 1816, lleva una sola firma: la de Pedro Ignacio de Castro Barros. Fue él quien firmó, como presidente del Congreso, la carta con la que el país recién nacido se presentaba ante el mundo. “Y sin embargo, eso parece no conmovernos. A nadie le importa. A ningún gobierno se le ocurrió hacer de eso un motivo de orgullo colectivo”, lamentó Ortiz.
La entrevista se torna una suerte de reclamo ciudadano. No desde el enojo, sino desde la necesidad de hacer memoria. “Tenemos que dejar de ningunear a Castro Barros. No podemos seguir ignorando a un hombre que nos representó con tanto peso en la historia nacional. No puede ser que a los riojanos no nos mueva nada que su firma esté en el documento fundacional de nuestra diplomacia.”
El llamado está hecho. Tal vez sea hora de mirar un poco más allá de los mitos y de honrar también a quienes trabajaron desde las ideas, la palabra y la representación institucional. Porque sin ellos, la historia no estaría completa.