Con un vehemente llamado ante centenares de miles de fieles a “pasar de la lógica del dominio, del aplastar del manipular, a la lógica del acoger, recibir y cuidar” y una visita al asentamiento más paupérrimo de Asunción, el Papa Francisco finaliz su gira sudamericana por tres países.
La exhortación del pontífice argentino se produjo en la homilía de una misa en el enorme predio de Ñu Guazú (Campo Grande), en las afueras de la capital paraguaya, ocasión en la que también le pidió a los católicos “ser hospitalarios con el que no piensa como nosotros, con el que no tiene fe o la ha perdido”.
El pontífice argentino había iniciado el domingo anterior un periplo de ocho días por Ecuador, Bolivia y Paraguay para alentar el accionar de la Iglesia, durante el que fue recibido con gran entusiasmo por centenares de miles de fieles que salieron a las calles o participaron de sus misas y encuentros. Y a lo largo del cual tuvo definiciones muy críticas en materia política, económica y social, como sus condenas a los personalismos, al sistema económico imperante, a la corrupción y al narcotráfico.
El Papa había iniciado el día con una visita a la villa Bañado Norte, un asentamiento inundable y lleno de basura que habitan unas 15.000 familias. Allí escuchó el dramático testimonio de varios pobladores y tuvo gestos de proximidad hacia la gente, como a una anciana con un bastón a quien tomó de la mano al venir a su encuentro.
“Estoy acá desde 1952, enviudé y nunca imaginé que un Papa iba a estar al lado de mi casa; ahora me puedo morir tranquila”, dijo la mujer, de 82 años, visiblemente emocionada ante la presencia del Sumo Pontífice.
En un mensaje al lado de la parroquia del barrio, la Sagrada Familia, ante unas 2.000 personas, Francisco dijo que no se es auténticamente católico si no se está cerca del pobre por más que “uno vaya a misa todos los domingos”. Y subrayó: “Una fe que no se hace solidaridad es una fe muerta. Y señaló que esa fe “nos hace próximos a la vida de los demás, despierta nuestro compromiso, nuestra solidaridad hacia los demás”.
Luego de rezar con la gente el Padrenuestro en guaraní, el Papa se trasladó al predio Ñu Guazú, donde una multitud –entre la que se contaban muchos argentinos– lo aguardaba ansiosa, en medio de un lodazal después de varios días de lluvia que el pontífice “milagrosamente” pudo esquivar en cada actividad al aire libre, ya desde la ceremonia de recepción en el aeropuerto. Muchos feligreses pasaron la noche en el lugar para estar más cerca del altar.
Francisco entró al predio en el papamóvil y recorrió una parte de las calles abiertas entre la gente para saludar a los fieles, que lo vitoreaban en medio del agitar de banderas paraguayas, argentinas y papales. Los cánticos alegres sumaban fervor al encuentro. Mientras que un enorme retablo en verde y amarillo, construido por el artista Koki Ruiz con 40 mil espigas de maíz, 200 mil cocos y 1.000 calabazas, con las imágenes de San Francisco y San Ignacio de Loyola, daba un marco de singular belleza.
Durante las intenciones de la misa se pidió por la liberación del policía Edelio Morinigo, secuestrado hace un año por un grupo guerrillero paraguayo. La celebración tuvo una impronta ecuménica porque al final de la homilía pronunció un mensaje el arzobispo de Sudamérica Tarasios, del Patriarcado Ecuménico de Constantinopla –de diálogo fluido con el entonces cardenal Jorge Bergoglio–, lleno de elogios a Francisco, a quien llamó un “hermano mayor”.
Fuente: Clarín