Andres Burgo escribió «Nuestro Mundial», una crónica pasional sobre Qatar 2022, el mundial que se jugó allá, pero se vivió en Argentina, según palabras del autor.
Corrían los meses de noviembre del 2022 y faltaban algunos días para que comience el Mundial de Fútbol en Qatar. La tensión y la ansiedad aumentaban. Se trataba- tal vez- del último mundial de Lionel Messi como capitán de la Selección Argentina. La oportunidad de conseguir «la tercera» y ver al astro del fútbol argentino levantar la Copa del Mundo, estaba a tan solo un paso.
Con la fé ardiendo en el cuerpo de cada hincha, avalados por la consagración de la Copa América ante Brasil, la Finalissima ante Italia y la racha invicta más larga de la historia con 36 partidos ganados, la esperanza era cada vez más tangible.
La frase «Elijo Creer» se convirtió en el emblema de 45 millones de ilusionados que esperaban- con más convicciones que certezas- ver a Argentina campeón del mundo. Las coincidencias con el Mundial del 86 comenzaron a circular. Las cábalas, las mufas, la locura por las figuritas y las brujas de Twitter conjugando todos sus hechizos para que la suerte corriera para la Scaloneta. El último Mundial fue una verdadera locura que mantuvo al país enajenado: “El mundial se jugó en Qatar pero se vivió acá, en Argentina”, dijo Andres Burgo, en su libro «Nuestro Mundial».
El escritor y periodista dialogó con La Red sobre su última públicación, al cual define como una “Crónica callejera” que ensaya sobre por qué esta vez la selección sacudió a todos; futboleros y no futboleros, pero en particular, el autor asegura que esta Copa del Mundo tocó las fibras de los más jóvenes, aquellos que no vivieron el Mundial del 86 y crecieron con historias de Maradona siendo campeón del mundo, tuvieron su propia leyenda, con su propio héroe: Lionel Messi.
“Con respecto al Mundial del 2014 hubo distintas vivencias; obviamente el resultado, pero además, este fue un mundial distinto: Se realizó en verano, con la tecnología mucho más avanzada y con un Messi mucho más conmovedor que caló profundo en el corazón de la gente y se convirtió en un ídolo popular más allá del deporte”, explicó el periodista, y continuó: “El «qué mirá bobo» fue clave. Messi no debiera haber necesitado esa frase para romper cualquier tipo de barreras, pero así sucedió. Esa frase cortó las distancias que aún no había cortado”.
Remeras, memes, y todo tipo de merchandising. El «Qué mira’ bobo» se convirtió en el estandarte de batalla del pueblo argentino en las miles de contiendas cibernéticas que se disputaron contra los quejosos europeos luego de uno de los partidos más polémicos de los últimos tiempos: Argentina vs. Holanda.
Messi se había convertido en el Messi del pueblo, y se vio plasmado en la calle: “A cada lugar que ibas te cruzabas con 20 Messi por cuadra. Era espectacular. Los más chicos, los más grandes, hombres y mujeres; lo que sucedió en esos meses fue la creación de una nueva republica, la republica de Messilandia”.
“Yo creo que a todo el mundo le hubiera gustado estar en Argentina. Es cierto, el mundial se ganó en Qatar, pero cómo se sufrió y vivió en nuestro país fue diferenciador”, dijo el periodista. Durante el mes de diciembre una devoción popular conmovió al país entero. Una creencia latente que aunque no se nombraba se veía y percibía. En Nuestro Mundial el autor recoge todas esas vivencias, a manera de crónica callejera la fiesta de los 25 integrantes que conformaron la Scaloneta, y 45 millones de argentinos que se adueñaron de la calle. Un plantel de locos apasionados que no dejó a nadie afuera: Hombres y mujeres; creyentes y agnósticos; ricos y pobres; conservadores y progresistas; de Ushuaia a La Quiaca. El país entero se convirtió una cancha donde la pasión por un sueño se hizo sentir.