Escribe: Valentina Urus
Miles de estudiantes, docentes, no docentes, graduados o familiares se reunieron en las calles centrales de sus provincias para marchar colectivamente a favor de la educación pública y gratuita tras las medidas presupuestarias del Gobierno nacional.
Uno nace, aprende a caminar, aprende a hablar, aprende a querer a sus afectos y se va formando por diferentes niveles educativos. Pasa por el jardín, y se lleva para siempre a sus primeras maestras o segundas mamás; pasa por la primaria con múltiples amigos y enseñanzas de lo que es el mundo por parte de sus seños; por último, en la secundaria empieza a resonar una pregunta ¿Qué quiero ser cuando sea grande? y el sueño de responder esa pregunta se empieza a acercar por el siguiente paso: la universidad pública.
Mucho se estuvo hablando de las universidades públicas hace un par de semanas. Que si adoctrinan a los estudiantes, que sí sirven para algo, que cuál es el sentido de estudiar entre cinco o seis años una carrera en un mundo cada vez más capitalista y con mayor demanda de productividad. Y por más que muchos, de pronto, hayan perdido el sentido de la libertad cívica y el ejercicio de la democracia, la realidad es que formarte y estudiar en una universidad pública es el mayor logro que nuestra Nación tiene.
Hijos de obreros, herederos de la resignación de tener que trabajar y abandonar sus sueños de aquello podían llegar a ser de grandes, gracias a las universidades públicas pudieron formarse y ser los primeros de su familia con un título universitario; estudiantes exiliados de sus propias provincias que viajaron de muy lejos con mucha soledad y miedos pero con la fortaleza de algún día volver a sus casas con titulo en mano para sus padres; miles y miles de estudiantes que quizás encontraron en sus universidades alguna que otra falla institucional pero que comparado con el mejor docente y la mejor clase que acaban de tener, queda completamente fuera de eje.
Las universidades públicas son esos edificios enormes que albergan todo tipo de esperanza: “algún día me voy a recibir de médica y voy a poder curar la enfermedad que mató a mi abuelo”, “algún día me recibiré de arquitecto y construiré una casa mucho más linda para mi familia”, “algún día seré docente y volveré el amor que todos mis profesores me supieron dar”, “algún día seré la primera profesional mujer de mi familia”. Entre las paredes de esos enormes edificios que se sitúan en cada provincia, es donde muchas personas encuentran la oportunidad de discutir ideas con sus pares y compartir sueños y metas. Es por eso, que defender las Universidades Públicas y su recorte presupuestario significa defender el futuro y los sueños colectivos de una mejor vida.
Multitudes se unieron al unísono para defender las universidades públicas y mostrar su descontento ante el recorte presupuestario de miles de instituciones que de pronto, se encontraron sin luz y con amenazas de cierres en los próximos meses por las medidas presupuestarias adoptadas por Javier Milei.
En muchas universidades, hubo clases públicas como medida para afrontar la situación económica, pero el descontento y la necesidad de alumnos y docentes de manifestarse culminó en una organizada marcha a nivel federal para demostrar que las universidades públicas abiertas son el motor de la democracia, la producción y los lazos sociales.
La provincia de La Rioja no se quedó atrás y marchó efusivamente, con cientos de docentes, no docentes, organizaciones políticas y alumnos que lideraban la marcha, partiendo desde la Universidad Nacional de La Rioja (UNlar) hasta la plaza 25 de mayo. En el recorrido se iban sumando vecinos, alumnos de secundaria que veían la lucha y el ejemplo de sus mayores, los graduados que se reencontraron con sus docentes, y músicos que le ponían color a aquel día. Muchos jóvenes pegaron carteles en las calles de la ciudad para que quedaran vestigios de la lucha.
En la Plaza 25 de mayo fue donde se vivieron los últimos momentos de la marcha, en el que todos los ciudadanos se encontraban unidos en sus cantos. Un cronista le preguntó a una estudiante “¿Por qué estás hoy acá?” y la joven con las mejillas aún coloradas respondió “estoy acá porque estudió en una universidad pública y la estoy defendiendo, porque hay muchas cosas que están mal; no tenemos agua, los baños andan mal, pero seguir hundiendo la educación no es la solución de nada. Los alumnos nos queremos recibir, queremos que nuestros hermanos también puedan estudiar en las universidades tranquilos, queremos un futuro mejor para todos nosotros: es la educación la que nos salva y nos hace libres de verdad”.
Esta marcha no solo representa una protesta contra las políticas de desfinanciamiento, sino también un firme llamado a preservar y fortalecer la educación pública como un derecho fundamental para todos los argentinos.