La Feria de la Música tuvo una nueva edición ya además de un sin fin de talleres musicales para que todos puedan convertirse en verdaderos artistas, hubo espacios para unir la música con la poesía y la literatura. La Red conversó con Adriana Petrigliano, que volvió a cautivar corazones y mentes en la feria con su aclamado taller “Ellos quieren escribir la canción más hermosa del mundo”, un título inspirado en la icónica obra de Joaquín Sabina. Este taller, que nació hace años en el marco de otra feria, logró consolidarse como un espacio de encuentro y creación donde la música y la escritura se fusionan de manera única, repitiéndose año tras año debido a la gran respuesta y convocatoria que genera en el público.
El taller, cuidadosamente diseñado y dirigido por Adriana, se distingue por su estructura en momentos musicales de gran intensidad emocional. Cada canción seleccionada juega un papel crucial en el desarrollo de las consignas que guían a los participantes. Adriana, con su profundo amor por la música, se encarga personalmente de elegir las piezas que marcan el ritmo y el tono de cada sesión. El resultado es siempre sorprendente: los asistentes se conectan con la música de una manera especial, lo que se traduce en una experiencia creativa y enriquecedora.
“El resultado del taller es maravilloso, en realidad siempre la gente se conecta de una forma especial con la música. Así que el taller está dividido en momentos musicales muy potentes” comentó la tallerista a La Red.
Este año, el taller tuvo un ingrediente extra que lo elevó aún más: la participación en vivo del profesor Nahuel Minué, el cual con su habilidad para la improvisación, logró crear un ambiente mágico. Su actuación, llena de destreza y sentimiento, sirvió como una fuente de inspiración para los asistentes, quienes respondieron con textos cargados de belleza y autenticidad.
“En mis talleres, lo que se promueve es la escritura en su forma más libre”, explica Adriana. Aunque el taller se enfoca en la idea de escribir la canción más hermosa, la realidad es que cada participante tiene la libertad de crear lo que desee. Este año, muchos jóvenes compositores aprovecharon la oportunidad para dar forma a nuevas canciones, mientras que otros se dejaron llevar por la poesía o los relatos redondos. El taller se convierte así en un espacio donde las palabras y la música dialogan, inspirándose mutuamente.
La conexión de Adriana con la música es profunda y casi vital. “Mi relación con la música es de adicción”, confiesa. “Duermo con música, vivo sola, así que mi lista de canciones favoritas está sonando todo el tiempo, y por la noche escucho música de relajación”. Su vida, marcada por versos y melodías, no sería la misma sin ellas. Además, la relación con su hijo, quien es músico, añade una capa más de significado a su vínculo con la música. “Escuchar a Joaquín Sabina es fundamental para mí, tanto en lo musical como en lo poético. Pero también disfruto de todo tipo de música, desde el folklore hasta la electrónica y el electrotango, sin olvidar a Calamaro”.
El taller de Adriana, más que un simple espacio de aprendizaje, es una celebración de la música y las palabras, donde cada participante tiene la oportunidad de descubrir y expresar su propia voz creativa, siempre guiado por la magia de la melodía y el verso.
Aparte del taller de Adriana, la Feria de la Música en su 10° edición contó con numerosos talleres de la misma índole creativa: convirtiéndose no solo en un espacio para disfrutar por unos días de una de las expresiones artísticas y culturales más importantes de todos los tiempos como lo es la música, sino también como un lugar de encuentro, entre la creación y el aprendizaje mismo. Los y las artistas transitaron estos días, nutriéndose de puro conocimiento.