
Desde el 11 de marzo de 2020 el mundo enfrentó una de las crisis sanitarias más grandes de la historia reciente. La propagación del virus, el impacto de la vacunación y las secuelas a largo plazo han redefinido la forma en que se abordan las pandemias.
La evolución de la pandemia en 5 años
Desde el inicio de la pandemia, la región de las Américas ha sido una de las más golpeadas por el COVID-19, registrando millones de contagios y muertes en el último lustro.
En 2020, la crisis sanitaria llevó a la Organización Panamericana de la Salud (OPS) a reportar más de 1 millón de muertes en América del Norte, una de los peores cifras registradas en las últimas décadas.
Un año después, 2021 fue el más letal. Además, la aparición de la variante Delta provocó un aumento acelerado de los contagios ya que esa mutación facilitaba la propagación del virus más rápidamente. Para diciembre de ese año, la OPS confirmó un total acumulado de 2,3 millones de fallecimientos en la región.
La actual situación del COVID-19
Durante el último año, la enfermedad ha mostrado una tendencia descendente, atribuida al aumento de la inmunidad poblacional por vacunación e infecciones previas, la disminución de la mortalidad y la reducción de la presión sobre los sistemas sanitarios. Estas mejoras permitieron que la mayoría de los países retomaran actividades similares a las de antes de la pandemia.
Sin embargo, la OMS enfatiza que, aunque la COVID-19 ya no se considera una emergencia de salud pública de preocupación internacional, sigue “representando una amenaza significativa para la salud global”.
“Es esencial mantener la vigilancia, continuar con la vacunación de los grupos vulnerables y reforzar los sistemas de salud para futuras emergencias”, apuntan.