
Un estudio realizado por la consultora TresPuntoZero y la agencia La Sastrería, reveló que un grupo importante de la ciudadanía descree del sistema electoral, considera que es posible que se produzca un fraude en los resultados; y tiene gran rechazo y rechaza ser autoridad de mesa
Ante la consulta de: ¿Le gustaría ser presidente de mesa?, un 79,8% de los encuestados contestó “No, no me interesa”, contra un 20,2% de respuestas positivas. Y el tema se extiende más en profundidad, cuando, solo un 42,8% aseveró que no confía en los presidentes de mesa y un 46,3%, en los fiscales de mesa. Ambas categorías, no obstante, generan mayor confianza que desconfianza. Asimismo, el trabajo de investigación consultó sobre: ¿Cree que es posible que haya fraude electoral?, un 49,5% respondió “Sí, es posible”. Para el 30,4%, no es posible, mientras que el 20,1% dijo no saber.
Por otro lado, el estudio trabajó también consultas más puntuales sobre actores que participan en el desarrollo de las elecciones. Un 52,3% indicó tener “poco o nada de confianza en el Correo Argentino, encargado de llevar las urnas” (el 44% dijo que confía).
La encuesta llevó el nombre “Qué tienen los argentinos en la cabeza” y se llevó a cabo en el mes de abril. Allí, también se estableció que un 45,9% de los encuestados tiene “poco o nada de confianza en el sistema electoral”, mientras que un 50,7% afirmó que el sistema le genera “mucha o bastante confianza”.
El estudio también incluyó consultas sobre la valoración del nuevo sistema electoral que se aplicará en las elecciones nacionales de octubre, la Boleta Única de Papel (BUP). Un 49,3% de los encuestados señaló que la BUP “garantiza mayor transparencia y evita el fraude electoral”, mientras que el 37,3% opinó lo contrario.
En diálogo con el diario La Nación, Shila Vilker, directora de Tres Punto Zero, dijo que: “Lo más curioso de estos resultados tiene que ver con una desconfianza intensa en el contexto de que la democracia argentina no ha presentado escenas traumáticas de fraude. Lo que está en juego tiene que ver con la nueva dinámica de hiperpolarización. La desconfianza se distribuye homogéneamente entre los distintos actores. Son ciudadanos que ven en el adversario más un enemigo que un contrincante político, ven que [el adversario] representa tanto el mal que lo ve dispuesto a todo. Tiene que ver con la caracterización, en cada espacio político, de lo que hay enfrente. La animalización de la política, como un mandril, o como un gorila, es algo que tiende a poner al adversario en el peor lugar posible”.