Escribe: Valentina Urus
Pasaron apenas unos meses desde que la influencer porteña, Agustina Cabaleiro, se presentó en la Feria del Libro riojana para presentar su libro “Te lo digo por tu bien”. Esta visita no solo significaba tener a una gran escritora y creadora de contenido entre los admiradores, sino que empezaba a abrir puertas a un tema muy importante que en la provincia todavía no se tocaba: la visibilidad de los cuerpos gordos y el activismo Body Positive.
Candela Blanco, comunicadora, activista feminista y de la diversidad corporal, perteneciente a la generación de los años 90 (y sus discursos sobre los estereotipos de belleza y los cuerpos hegemónicamente imposibles que se mostraban en las novelas, publicidades y programas de Marcelo Tinelli), había quedado tan “manija” de ese acercamiento con la escritora, que volvió a sentir un anhelo que le recorría la piel y los huesos hacía mucho tiempo: crear espacios para los cuerpos gordos y poder hablar libremente del asunto con personas que hayan vivenciado las mismas problemáticas.
Fue en Instagram que se contactó con Valeo Oliva, estudiante de Letras que, a través de sus redes sociales, milita y promueve la lucha por los diferentes cuerpos en los campos feministas y LGBT. Fue así que ambos se unieron para dar su primer conversatorio el pasado sábado 9 de septiembre llamado “Abrazarnos el cuerpo”, el cual invitó a compartir las experiencias de habitar cuerpos gordos y como esto forma la identidad de cada uno en una sociedad poco permisiva y especialmente dañina. En palabras de Valeo, el encuentro significó brindar amor y comprensión a aquellos cuerpos a los que históricamente no les habían enseñado nada más que odio y auto-desprecio.
El sábado llegó. En una mesa estaba todo el material teórico que ambos jóvenes habían recopilado, basándose en expertos para iniciar su conversatorio. La primera pregunta disparadora luego de la bienvenida y la presentación fue: ¿Cómo es tener un cuerpo gordo? la cual ambos moderadores comenzaron a responder entre un hilo de nervios y otro tanto de libertad. A raíz de esa simple pregunta no dejaron de llegar los testimonios y las experiencias de las invitadas, mientras se escuchaban la una a la otra, todas asentían con la cabeza, encontrando en la historia de aquella desconocida, la propia.
Una joven recordó la primera vez que se percibió así misma como gorda a través de un compañerito de primaria. Todas coincidieron en que ningún niño o niña tiene percepción de lo que es su propio cuerpo hasta que no es nombrado y evaluado por otro. Historias de madres que incentivaba a sus hijas a hacer dietas estrictas y vomitivas llegaron a la memoria; novios que medían su cariño en función de las calorías que ellas bajaban; comparaciones constantes con otras chicas; comentarios dolientes de amistades o incluso psicólogas que avalaban esos comportamientos. “Una vez me cansé y le dije -basta mamá, no voy a hacer más esto, es un asco, me importa una mierda si estoy gorda. – De ahí, todo cambió.” recordó la chica entre risas y orgullo.
La tarde se llenó de eso: risas, reflexiones acerca de lo que implica ser gordo en cada aspecto de la vida. Hubo reflexiones acerca del amor propio, lo que significa amarse cuando la sociedad apuntó siempre a lo contrario, a permitirse ser vulnerable. Hubo reflexiones acerca del papel del cuerpo en vínculos de amistad o, sexo-afectivos, si ser permisivos con aquellos comentarios dolientes de amigos, educarlos hacia una deconstrucción o simplemente cortar los lazos. Cómo juega la auto-percepción de uno mismo a la hora de acercarse a tener citas románticas o qué sensaciones llegan al cuerpo cuando son poco y nada las ofertas para tenerlas.
“Yo siempre me fijo que los hombres que me atraen sean más robustos que yo”, “a mí me gustaría ser deseada como mis amigas” o “a mí la verdad que nunca me interesaron las relaciones sexoafectivas” son algunas de las experiencias que se intercambiaron en torno al amor, el deseo y los vínculos.
Cuando llegó el momento de conversar sobre el ámbito de la salud, todas estuvieron de acuerdo en no querer visitar a los médicos nunca más en sus vidas. Eran muchas las experiencias con doctores gordofobicos, desinformados y que violentan a sus pacientes con la excusa de salvarlos de una enfermedad. “Iba y me medían todos los días, todas las semanas le dedicaba tiempo a que me humillen y me dijesen de todo. Lo peor de todo es que es el discurso de personas profesionales y con títulos universitarios en contra de nosotras que no somos más que meras ciudadanas”.
Imagínate ir al nutriólogo, dermatólogo, psicólogo, ginecólogo o cualquier otra rama de la salud que no tenga que ver con el peso y terminar con conversaciones y recomendaciones acerca de ello. ¿Acaso toda gira en torno a la gordura? ¿La identidad se forma a través del cuerpo que se tenga? Esas fueron algunas de las preguntas que quedaron resonando en el encuentro, y aunque los medios audiovisuales siempre apuntaron a dibujar y recrear a los personajes gordos con esa única característica en particular y sin ánimos de sacarlos del foco de la humillación y la burla, las invitadas pudieron encontrar otras cualidades en su propia persona.
“Siempre fui media pesada con los chicos que salían conmigo y les preguntaba si de verdad les gustaba o que los llevó a quererme. Ahora noto que quizás yo misma me forme la identidad de gorda y no salí de eso sin darme cuenta de que soy muchísimo más”.
La noche cayó y el primer encuentro de los jóvenes activistas terminó con la conceptualización de lo que es la gordofobia, dándole nombre a todas esas experiencias compartidas que alguna vez parecieron habitar solamente en la soledad y que ahora, por primera vez, empezaban a surgir en una pequeña comunidad. En los mails de los invitados iban a llegar todos los libros y sustentos teóricos para que cada uno se siguiera formando sobre el tema. Se habló de la promesa de otro encuentro para el mes de octubre en el que todos quedaron entusiasmados como quedó Candela luego de la visita de Agustina Cabaleiro, porque como bien dice la frase “Para un gorde, no hay nada mejor que otro gorde”.