Si hubo una variable económica que escapó al control de las medidas del Gobierno argentino en 2018 fue la inflación. El peso redujo a la mitad su valor a lo largo del último año y ni las tasas de interés, que llegaron a superar el 70% anual, pudieron impedir que los precios minoristas crecieran en promedio cerca de 50% en doce meses, el doble del 24,8% de 2017.
Argentina integra el reducido grupo de las cinco economías con mayor inflación en el mundo. Al vergonzoso listado lo lidera Venezuela, con precios minoristas que subieron entre 1.700.000% -según legisladores de la oposición- y 2.500.000%, según estimaciones del Fondo Monetario Internacional.
Detrás de la hiperinflación venezolana, siguen los registros de países con profundas crisis que van más allá de la economía e, incluso, están al borde de la disolución, como Sudán del Sur (+99,4% anual, según el FMI) y Sudán (+64,3%).
Por la cuarta posición global la disputan Argentina (cerca de 48% según estimaciones privadas) e Irán (+47,8% según estima el FMI).
En el plano regional, útil para la comparación por la similitud de la estructura económica de los países, la elevada inflación parece un problema acotado, a excepción de Venezuela y Argentina. En ese sentido, la inflación argentina es prácticamente 12 veces más alta que la de sus vecinos.
Este martes 15 de enero el INDEC difundirá el dato del IPC Nacional. Con un aumento de precios de 3% en el último mes del año, la inflación de 2018 cerrará en torno a 48%, la más alta desde 1991. La carrera alcista de los precios minoristas continuará este año: según el Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del Banco Central, los analistas privados esperan una inflación de 28,7% para 2019.