Ganar no es lo habitual en ningún deporte. De hecho, es casi una casualidad, como dijera Sergio Ramos en su mensaje de balance de la temporada. El último caso llevó el nombre de la Alemania de Joachim Löw: un proyecto a priori convincente que lo llevó a alzar de manera consecutiva el Mundial de Brasil, el Oro olímpico y la Copa Confederaciones de Rusia. En ese mismo país este año duraron 270 minutos sobre el césped. Ganar pasa factura a todos. Pero parece que al que menos le afecta es a Brasil. Nacieron para jugar a esto.
El pentacampeón jamás se perdió una cita mundialista, es la única selección que ganó en ediciones consecutivas y puede cerrar el telón en Moscú necesitando las dos manos para contar sus copas. Brasil ha puesto rumbo al hexa. Ninguna otro seleccionado consiguió aguantar tras alzar la Copa del Mundo. En los últimos seis mundiales, el campeón se fue a casa en grupos en cuatro ocasiones. Las otras dos defendió título Brasil. Como mínimo quedaron entre los ocho primeros.
Brasil encontró una piedra en el zapato en su paso por Francia. Tras conquistar la Copa del Mundo en la primera final decidida desde el punto de penal, Brasil se cruzó con Zinedine Zidane en la ciudad de las luces. El cisne de ascendencia argelina vacunó a la selección de Mario Zagallo con un doblete. Ocho años después, el 10 francés echó a Cafú, Roberto Carlos, Kaká, Ronaldinho, Ronaldo y compañía con una exhibición antológica. El tanto crucial fue de Thierry Henry, pero la retina retuvo los controles, gambetas y cambios de orientación de un jugador único que terminó recogiendo el 'Man of the Match'. En otras palabras, Brasil necesitó cruzarse con un futbolista histórico en estado de gracia para abandonar la Copa del Mundo. Hasta ese punto llega la supremacía brasilera.
Uruguay es la selección que más veces se llevó la Copa América: quince. Con una menos espera Argentina, que no saborea el oro desde queBatistuta dejó por el camino al Tri de Hugo Sánchez en 1993. Brasil solo tiene ocho, aunque son los que más vencieron en las últimas dos décadas. La gloria en esta competición no suele ir acompañada de actuaciones mundialistas a la altura. Chile, vigente bicampeona, ni siquiera clasificó para Rusia. Con los brasileños la historia cambia. Las generaciones que triunfan en la Copa América trasladan su buen hacer a la máxima competición a nivel de selecciones. Siempre llegan a cuartos. La selección uruguaya también supo sacar rédito de su camada de futbolistas de élite mundial alcanzando las semifinales del Mundial tres años después de liquidar a Paraguay en la final por tres goles a cero.
En el mundo del fútbol existe una leyenda urbana que sostiene que el ganador de la Copa Confederaciones no puede ganar el Mundial del año siguiente. Así fue hasta ahora. Ni siquiera los amos de este deporte pudieron deshacer el mito. Sin embargo, es cierto que les ha ido mucho mejor que a los demás. Brasil encadenó doce años como vigente campeón de la Confederaciones, y en ese tiempo jamás levantaron su sexta Copa del Mundo, pero tampoco salieron del top 8.
Queda claro. Ganar es raro, complicado e inusual. Seguir ganando es casi imposible. No es algo que solo ocurra en América. En Europa la situación parece un calco. Solo la mejor generación de la historia del fútbol español logró derivar su conquista mundialista de un éxito previo en la Eurocopa. De hecho, tras desempolvar sus vitrinas con una Eurocopa en 2008 y el Mundial de 2010, la selección del España cerró el círculo con otra Euro pasando por encima de Italia. Con esta salvedad, las selecciones triunfadoras en suelo europeo no son capaces de extrapolar su rendimiento a la Copa del Mundo. En el último cuarto de siglo, Alemania alcanzó unos cuartos, pero poco más. No son Brasil.
Neymar sigue ahora la estela brasileña y quiere devolver a los de amarillo a lo más alto. Por el camino quedó México, ahora espera la eterna promesa belga. Dieciséis años sin ganar una Copa del Mundo son demasiados. Especialmente para Brasil.
Fuente: Infobae