
En La Rioja, hay un lugar donde los ladridos no son ruido: son señales de alegría, juego y confianza. Allí, cada perro que cruza la puerta deja de ser “huésped” para convertirse, por unos días, en parte de una familia. El nombre del espacio es La Guardería de Otto. Y sí, Otto existe.
La historia comenzó en 2021, cuando un perro mestizo de mirada dulce decidió seguir a un joven hasta la puerta de su casa. No dudó en entrar, como si supiera que ese era su hogar. “Siempre digo que él nos adoptó a nosotros”, recuerda Karen Taverna, creadora de un espacio de contención y amor para los perritos. En aquel momento, ella buscaba un compañero de cuatro patas. No imaginaba que ese encuentro fortuito cambiaría su vida y se transformaría en el motor de un proyecto.
Otto se convirtió en su sombra, en su compañero inseparable. Y con él llegó una vocación más fuerte: ayudar a otros perros en situación de calle. Se sumó a campañas de adopción, abrió su casa para tránsito, acompañó rescates y se metió en todos los grupos de Facebook dedicados a salvar animales. “Compartir una publicación, donar 100 pesos… parece poco, pero puede cambiarle la vida a un perrito y a una familia entera”, asegura Karen.
La idea de la guardería surgió casi por casualidad. Durante años, amigos y familiares le pedían que cuidara de sus perros cuando viajaban. Este año, mientras pensaba en un emprendimiento que pudiera compatibilizar con sus estudios de Odontología, alguien le preguntó si conocía una guardería canina en la ciudad. “En ese momento me cayó la ficha: tenía el espacio, el patio, la experiencia… ¿por qué no hacerlo?”.
En abril abrió las puertas y, en junio, tras lanzar la página de Instagram, el proyecto comenzó a tomar forma. Hoy La Guardería de Otto funciona con cupos reducidos para brindar un cuidado personalizado: nada de jaulas ni rutinas inflexibles. Cada perro mantiene sus horarios de comida, con la dieta que trae de casa, y se adapta a su propio ritmo: algunos juegan sin parar, otros buscan una siesta en silencio.
La bienvenida es siempre tranquila. Los nuevos visitantes exploran el lugar, olfatean cada rincón y, si están nerviosos, salen a dar una vuelta a la manzana para ganar confianza. Otto, el anfitrión, se encarga de recibirlos con alegría. “Es muy tranquilo; a veces juega, pero la mayor parte del tiempo deja que cada uno se sienta a gusto”.
Las exigencias son claras: vacunas al día, desparasitación vigente y un formulario con toda la información necesaria para su cuidado. Ante una urgencia, la dueña recurre a su veterinaria de confianza, ubicada justo frente a la guardería.
Los dueños reciben fotos, videos y hasta videollamadas para seguir de cerca la estadía de sus mascotas. “Todo lo que los haga sentir más cerca de su peludito es bienvenido”, dice Karen quien se encarga de los cuidados de los peludos.
El desafío más grande no es el clima, el lugar está climatizado en verano e invierno, sino la mentalidad. “Todavía hay gente que ve al perro como un objeto y no entiende que pagues por su cuidado. Pero por suerte cada vez más familias los consideran parte de la familia y buscan lo mejor para ellos”.
A futuro, sueña con ampliar el espacio, sumar un parque seguro, ofrecer peluquería y adiestramiento. “Quiero que el perrito venga solo con su correa y su alimento… y que acá encuentre todo lo demás”.
Mientras tanto, La Guardería de Otto crece con cada ladrido, cada cola que se agita y cada dueño que se despide tranquilo, sabiendo que su perro está donde debe estar: en buenas manos y con el corazón de alguien que los ama como propios.