Marta Vieira, la leyenda del fútbol femenino brasileño y mundial, cerró su participación en su sexto y último Juego Olímpico con una medalla de plata y un legado inigualable: convirtiéndose en la ídola que las mujeres necesitaban para adentrarse al fútbol.
Desde chiquita, Marta iba tras la pelota en Dois Riachos, un pequeño pueblo en el este de Brasil, ubicado a unas 1.250 millas al norte de Rio de Janeiro. gambeteando, saltando y corriendo, prontamente desarrolló una pasión y un talento por el fútbol que superaba con creces el nivel de sus compañeros varones en las canchas de barrio. La velocidad con la que corre y que sorprendió al mundo entero en los partidos de fútbol que Marta compitió, fue la misma que la hizo levantar vuelo para evitar que sus hermanos varones la sacarán de la cancha al ser una niña que transgredió las reglas jugando un deporte que parecía no pertenecerle.
Marta, lejos de abandonar y rendirse ante las críticas que recibía por ser mujer y jugar al fútbol, luchó con gran perseverancia para instalarse en el campo de tierra y hacerlo su segundo hogar, para pronto cumplir el sueño de su vida: ganarse la vida jugando a la pelota. Su talento no pasó desapercibido y, con solo 14 años, se trasladó a Río de Janeiro para unirse al club Vasco da Gama, donde comenzó su carrera profesional. Desde allí, su ascenso fue meteórico. A los 17 años, Marta debutó en la Copa Mundial de Fútbol Femenino en Estados Unidos en 2003, convirtiéndose en una figura prominente del fútbol internacional.
Rápidamente, Marta, desarrolló un talento indiscutible con el fútbol, que muchos futbolistas hombres quisieran deslumbrar y gracias a eso se volvió un ícono en todas partes del mundo, pero especialmente en Brasil, donde es considerada como una reina junto a Pelé, otra leyenda del fútbol. El mismo Pelé apodó a Marta Vieira como “Pelé con faldas” en reconocimiento a su extraordinario talento y habilidades en el fútbol, comparándola con él mismo, quien es ampliamente considerado como uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos. Este apodo subraya el impacto de Marta en el fútbol femenino y su capacidad para dominar el juego de manera similar a como lo hizo Pelé en su época.
Muchas veces, la futbolista se refirió a cómo fue crecer en el mundo del fútbol sin ninguna referente femenina, un camino solitario y desolado, ya que el fútbol siempre fue un espacio para los hombres, en el que las mujeres apenas podían soñar con encajar. “Cuando comencé a jugar no tenía una ídola del femenino. Ustedes no mostraban fútbol femenino. ¿Cómo iba a imaginar que podía llegar a la selección, convertirme en lo que soy, en una referencia?”, reflexionó Marta.
Hoy, su legado no solo se limita al fútbol. Marta fue una pionera en abrir puertas para la igualdad en diferentes ámbitos, incluido el periodismo, donde cada vez más mujeres ocupan espacios antes dominados por hombres. “Hemos abierto puertas para la igualdad”, dijo, destacando que el crecimiento del fútbol femenino y la presencia de mujeres en diversos espacios es un logro colectivo de muchas generaciones de futbolistas que no se rindieron ante los obstáculos.
Con 38 años y una carrera que la consagró como una de las mejores futbolistas de todos los tiempos, Marta se despidió del escenario olímpico tras caer 1-0 en la final contra la poderosa selección de Estados Unidos. Esta derrota marca la tercera ocasión en la que Marta se queda a las puertas del oro olímpico, tras las finales perdidas en Atenas 2004 y Beijing 2008, también ante las norteamericanas. El Parque de los Príncipes en París fue el escenario de su adiós, donde Marta jugó la última media hora del partido. Al finalizar el encuentro, fue la última en abandonar el césped, consolada por el seleccionador Arthur Elias y ovacionada por hinchas de todas las nacionalidades que reconocieron su grandeza.
A lo largo de su carrera, Marta acumuló un impresionante historial: 190 partidos internacionales, 117 goles y seis Balones de Oro, siendo la única mujer en la historia en lograr tal hazaña. Además, ganó tres Copas América, dos Juegos Panamericanos, y, con esta, su tercera medalla de plata olímpica, la última después de 16 años. El impacto de Marta en el fútbol femenino ha sido monumental. Su perseverancia, combinada con su inigualable talento, la ha convertido en un símbolo de lucha y superación. “Estoy muy tranquila con esto, porque veo con mucho optimismo esta evolución que estamos teniendo con relación a las deportistas jóvenes”, expresó Marta tras el partido.
Marta, quien comenzó su viaje en el fútbol jugando en las calles de su pueblo natal, se despide del fútbol olímpico dejando una huella imborrable y un camino allanado para las futuras generaciones de futbolistas. Su figura seguirá siendo un faro de inspiración para muchas niñas y mujeres que sueñan con seguir sus pasos y alcanzar el éxito en el deporte y más allá.
“¿Sabes lo que es genial? Cuando comencé a jugar no tenía una ídola del femenino. Ustedes no mostraban fútbol femenino. ¿Cómo se suponía que las iba a ver? ¿Cómo iba a imaginar que podía llegar a la selección, convertirme en lo que soy, en una referencia? Hoy salimos a la calle y la gente nos para para hablar y nos dicen: ‘Mi hija te adora, ella quiere ser como vos’. Y no es solo con Marta, hay otras jugadoras también. Hoy tenemos nuestras propias referentes”, concluyó Marta, dejando un mensaje de esperanza y continuidad para el futuro del fútbol femenino.