
Silvia Somaré, referente de comunicación de la Diócesis Riojana y animadora laical en Tucumán, destacó los cambios impulsados en la Iglesia a partir del papado de Francisco, especialmente en cuanto a la dignificación del rol de la mujer. En diálogo con La Red Somaré remarcó: “En la primera homilía que dio por el Día de la Mujer, Francisco afirmó que existía una desigualdad de condiciones con respecto al varón y que la mujer debía ser admirada por su capacidad de dar vida y su sensibilidad ante los demás”.
La referente recordó además que el Papa siempre valoró profundamente a las mujeres que marcaron su vida, como su madre, de quien aprendió la riqueza cultural, y su abuela, quien le enseñó a rezar. “Siempre tuvo colaboradoras mujeres cercanas. Él cumplió con gestos concretos aquello que proclamaba con palabras”, subrayó Somaré. Sin embargo, reconoció que en otros ámbitos de la Iglesia, el camino aún es arduo: “Todavía tenemos que abrirnos paso a los codazos, demostrar quiénes somos y qué hemos estudiado para que nos acepten”.
Respecto a su experiencia en la Iglesia riojana, Silvia comentó: “Durante los cuatro años que estuve, observé que en los espacios donde se enseña y se lleva a Jesús a los demás —como la catequesis y Cáritas—, son mayoritariamente las mujeres quienes sostienen el trabajo cotidiano, llevando la misericordia a las necesidades más urgentes”.
Somaré también analizó uno de los principales obstáculos actuales: “Lo que sucede en la Iglesia en general es un excesivo clericalismo, donde predomina lo que dice y hace el cura. A veces nosotras mismas alimentamos eso, pero también es cierto que en muchos lugares los sacerdotes no nos dejan espacio. Persiste un marcado masculinismo, aunque cada vez más mujeres abren caminos, se hacen cargo de su dignidad y generan propuestas con autonomía y decisión propia”.
Con esperanza, Silvia augura que los cambios continuarán. “Hay un ansia de seguir avanzando y de vivir una Iglesia que salga a la calle, como propone Francisco. Él trajo un estilo que llegó para quedarse”, sostuvo.
Finalmente, resaltó que el desafío no es solo institucional, sino personal: “Nos toca a cada uno practicar lo que Francisco nos enseñó: vivir el Evangelio prestando atención a los más pobres, acercándonos con misericordia y aprendiendo a aceptarnos”.
En este sentido, destacó un rasgo propio de la comunidad riojana: el espíritu del Tinkunako, una celebración que representa el encuentro entre los diferentes, incluso entre enemigos. “La cultura del encuentro debe vivirse todos los días, no solo el 31 de diciembre”, concluyó.