Los visitantes que llegan al Campo de Concentración de Sachsenhausen, en las afueras de Berlín, hoy reconvertido en un lugar de importancia turística, ingresan a las entrañas de uno de los símbolos del horror de la Alemania Nazi, donde el objetivo de "no olvidar" impacta al turista que se encuentra frente a una pesadilla inimaginable.
Télam fue protagonista de una de esas visitas, justo en vísperas a la conmemoración del Iom Ha Shoá (Día de Recuerdo del Holocausto), que en nuestro país se recordará el jueves 12 de abril, a las 11, en diferentes actos de recordación.
Ubicado en la localidad de Oranienburg, a 35 kilómetros al norte de Berlín, el Campo de Concentración de Sachsenhausen empezó a funcionar en 1936, en el predio donde anteriormente había funcionado una fábrica de cerveza, y fue una de las primeras instalaciones de detención establecidas por los nazis.
El viaje desde Berlín en tren hasta la estación Oranienburg puede demorarse una media hora, y desde la estación ferroviaria miles de turistas diariamente dispuestos a conocer de cerca cómo se vivió el horror, recorren las calles del poblado ubicado en el distrito de Brandemburgo hasta llegar a lo que hoy se denomina Espacio conmemorativo Sachsenhausen.
Una vez allí, el visitante se detiene frente a una maqueta de bronce donde se puede observar cómo era el funcionamiento de este lugar, y recorremos por fuera las murallas con sus temibles alambres de púas en su parte superior y las torres desde donde los guardias dominaban todo.
Desde allí se llega a la entrada misma del campo, donde en los portones de ingreso de hierro forjado hay una frase: "Arbeit macht frei", que traducido al español significa "el trabajo libera", y es el prolegómeno de los trabajos forzados a los que iban a ser sometidos todos los prisioneros que allí ingresaban.
Una vez dentro, se pueden observar algunos de los barracones originales, y el perímetro donde funcionaba el resto delimitado con fundaciones de concreto y pedregullo, y la temible Torre A desde donde los guardias dominaban todo el campo.
Hay un circuito con distintos tipos de suelos donde muchos de los prisioneros tenían que caminar para "probar" la resistencia de las botas que luego usarían los soldados, y les suministraban ciertos narcóticos para seguir adelante y minar sus fuerzas físicas, y terminaban desfalleciendo.
El recorrido por el horror lleva al visitante por distintos puntos del campo, como la lavandería, la cocina, el hospital y la morgue, hasta que se ingresa a la Estación Z, un lugar destinado al exterminio donde eran fusilados los prisioneros de guerra; donde aún quedan los cimientos de las cámaras de gas; y lugar desde el que se pueden observar los crematorios, como espeluznantes resabios de la barbarie.
Télam salió de allí y pasó por la barraca donde fueron alojados prisioneros especiales, como altos mandos de las fuerzas aliadas, o Yákov Iósifovich Dzhugashvili, el hijo mayor de Stalin que murió allí, a quien su padre se negó a canjearlo por el mariscal Friedrich Von Paulus.
Con la llegada de la dominación soviética, el ejército comunista siguió manteniendo el campo para mantener encerrados allí a sus opositores hasta comienzos de la década del '50
Por último se llega a los Barracones 38 y 39, donde fueron confinados los judíos en el campo, y donde se pueden observar las literas donde los prisioneros se hacinaban y estaban expuestos al oprobio y condiciones infrahumanas en donde intentaban sobrevivir en Sachsenhausen.
Con la llegada de la dominación soviética, el ejército comunista siguió manteniendo el campo para mantener encerrados allí a sus opositores hasta comienzos de la década del '50.
Es una visita dolorosa, pero imprescindible, ya que el objetivo del Museo de Sachsenhausen apunta a que los visitantes vivan la historia y el horror en los sitios reales donde esta tuvo lugar y se haya transformado en un centro internacional de duelo y memoria de la historia reciente, y todo esta bajeza humana sirva de reflexión.
Los campos de concentración se crearon a través de lo que se denominó "Ley habilitante", que entró en vigencia el 24 de marzo de 1933 (la misma fecha que 43 años después en Argentina se produjo el Golpe), un día después que fuera aprobada por el Parlamento alemán.
Sachsenhausen comenzó a funcionar el 12 de julio de 1936, y en esa primera etapa fue destinado principalmente a prisioneros políticos y opositores, y recién después del 9 de noviembre de 1938, tras lo que se conoció como la "Noche de los Cristales Rotos" (Kristallnacht), donde los judíos empezaron a ser perseguidos sistemáticamente, a muchos se los confinó allí.
Y también se recluyó ahí a gitanos, homosexuales, Testigos de Jehová, y posteriormente, ya iniciada la Segunda Guerra Mundial, a prisioneros de guerra, en su mayoría soviéticos, calculándose que fueron unos 200 mil prisioneros los que pasaron por este centro del horror, de los cuales la mitad perdieron allí la vida, hasta que el 2 de mayo de 1945 fueron liberados por las fuerzas soviéticas.
Sachsenhausen, por su cercanía a Berlín, sirvió como modelo para otros campos de concentración y allí recibieron instrucción las fuerzas especiales de las SS para su macabro sistema de aniquilamiento de sus enemigos, y de lo que el régimen hitleriano denomino como "solución final".