Las incongruencias de “La casa de papel”: entre el desborde de los nuevos personajes y los giros inverosímiles

Los primeros episodios de la quinta temporada de la ficción española bordean la acción desproporcionada y las situaciones forzadas. Atención, esta nota tiene spoilers.

Se estrena la quinta y última temporada de la ficción española.
*Este artículo tiene spoilers.

Antes de empezar a detallar ciertos aspectos técnicos, estilísticos y narrativos sobre la serie del momento hay que aclarar algo: La casa de papel es la ficción más popular de la reciente historia del streaming. Su crecimiento entre lo más visto en este formato en los Estados Unidos la ubicaron entre los temas más importantes de todos los portales que cubren Hollywood desde hace varias semanas. Esa característica, muy positiva para sus realizadores, pone ciertos reparos con respecto a cualquier cuestionamiento que se quiera hacer del resultado artístico de su performance. ¿Desde qué lado se puede criticar una ficción tan masiva?

Los primeros cinco episodios de la quinta temporada de La casa de papel tienen una acción descomunal, uno de sus grandes logros, que se terminan diluyendo en un maremoto de inexactitudes, elementos forzados, confusiones abrumadoras, exageraciones de todo tipo y personajes creados solo para buscar situaciones efectistas y generar nuevos arcos narrativos incomprensibles.

La trama arranca, de por sí, enrevesada. La cuarta temporada terminaba con el Profesor sorprendido por la policía Alicia Sierra que fue despedida de la fuerza luego de todos los acontecimientos (también caóticos) que hubo. En el episodio inicial, el personaje encarnado por Najwa Nimri descubre al líder de la banda, personificado por Álvaro Morte, mientras el gruó intenta, como puede, seguir con el golpe.

Embarazada, a punto de parir y estresada por la expulsión de su trabajo, Sierra busca sacarse la bronca contra el Profesor. Lo tortura, le pega un tiro en el pie, lo ata con cadenas (!) y lo lanza desde un piso para que quede colgado en el aire con la intención de doblegarlo. A pesar de los giros inverosímiles de todo lo que se ve, la actuación de Nimri -sobre todo en la secuencia del parto- es de lo mejor que se vio.

Muy lejos quedó el plan perfecto de las primeras temporadas, elaborado por el líder intelectual del grupo, el Profesor. También quedaron muy relegados esos giros interesantes en la dinámica del devenir de la historia, como la hermandad que unía a ese personaje con el cabecilla ejecutor de la operación, Berlín, interpretado por Pedro Alonso.

Es justamente Berlín uno de los elementos más forzados de la nueva historia. El delincuente de “guante blanco” aparece en un flashback, es decir, secuencias del pasado que se muestran en el presente de la serie para darle sentido al argumento. Un recurso válido, sí, pero del que los creadores hacen uso y abuso.

Es posible que todo lo que se vio hasta ahora tenga un camino determinante en alguna secuencia de los últimos momentos que se verán a partir de diciembre, pero la subtrama sacada de Ocean’s Eleven que sucede en Dinamarca corre en forma paralela al golpe de la banda y, hasta ahora, hay que tomarla con pinzas. Parecen haberla sacado con fórceps solo para que aparezca ese personaje e introducir otros.

Lo mismo ocurre con otro flashback. Desde el primer día de La casa de papel la que narra cada paso de la serie es Tokio, una de las mujeres que da el golpe. Una de las líderes del grupo, además. Durante el quinto episodio se revela no solo su identidad, sino parte de su pasado. ¿Cómo? Presentando en imágenes a su exnovio, encarnado por Miguel Ángel Silvestre, que ya trabajó con el creador de la ficción, Álex Pina, en Sky Rojo.

Los creadores buscaron darle un estilo Bonnie and Clyde a Tokio con su malogrado novio, René, asesinado en el escape del robo de un banco. Tiene sentido que el personaje de Úrsula Corberó revele parte de su historia de amor, ya que desde el principio se sabía. Eso es una reivindicación para el fanático. Ahora bien, esa mirada nostálgica del final de Tokio eclipsó por completo a la intensa, alocada y desenfrenada relación que mantuvo con Río, uno de los ejes de todas las vueltas de tuerca que hubo entre la temporada tres y la cuatro.

Otro elemento nuevo introducido en esta quinta temporada es un grupo de mercenarios salvajes, desbocados y violentos que introducen las fuerzas de seguridad con un solo objetivo: matar a toda la banda, sin importar si caen los rehenes. Como una especie de Escuadrón Suicida, entran a los tiros que, a esa altura de la trama, ya no se sabe ni dónde pegan. Desbordados, sobreactuados y con mucho ruido, cada uno de los actores dispuso de muy escaso tiempo para desarrollar sus perfiles bastante estereotipados, de por sí: parecen haber salido de la mezcla del clásico film de acción Comando, de Arnold Schwarzenegger con Atrapado sin salida, de Jack Nicholson.

La quinta temporada de La casa de papel es más un espasmo de improvisaciones del Profesor, Palermo y Lisboa que la síntesis de un golpe perfecto: acción explosiva que no lleva a ningún lado, personalidades que naufragan en la confusión generalizada y una violencia desmedida que solo detona confusiones, aturde y ya no sorprende al espectador. Da lo mismo si todo pasa en el hall, en el pasillo, en la cocina, en una oficina o en una sala sellada por una puerta blindada. Eso sí: su popularidad no cede ni un centímetro.

Fuente: TN