De dormir en un auto a millonario a los 26 años: el argentino que combatió infiltrado para Israel y hoy triunfa como empresario en EE.UU.

Mauro Stendel vivió varias vidas en una pese a su juventud. Anécdotas increíbles, las claves de su éxito y un desafío a futuro.

Ciertas personas parecen haber vivido muchas vidas en una y Mauro Stendel es un claro ejemplo. Con apenas 26 años, asombra escuchar las vivencias que este argentino experimentó a tan corta edad. Y asegura que no solo lo convirtieron en millonario sino que le dejaron como enseñanza darse cuenta de lo que verdaderamente importa. 


Cerebral, estratega y valiente, cada paso firme que da en el mundo de los negocios es el reflejo de sus largas horas de estudio y entrenamiento, así como de sus misiones extremas con el servicio secreto de la Armada de Israel. Consecuencia de sus esfuerzos en tiempos en que se animaba a cualquier trabajo para conseguir un puñado de dólares para subsistir... e invertir. Y así llegar a ser un próspero empresario en Estados Unidos.

De Caballito al ejército en Israel
Mauro Stendel creció en el seno de una familia judía en el barrio porteño de Caballito. Creció en un departamento de la calle Martín de Gainza, a metros del Cid Campeador, junto a papá Marcelo, mamá Ofelia y sus tres hermanos mayores.

Tras finalizar sus estudios secundarios en la Escuela ORT, con 17 años ya vislumbraba que Argentina no le ofrecería las posibilidades para desarrollar su potencial. Desilusionado, masticando bronca pero con el bolso lleno de ilusiones, viajó en 2013 hacia Israel en busca de un objetivo. Un sueño grande, complejo. Ya de pichón mostraba que lo suyo no era andarse con chiquitas: aspiraba a ingresar en una Unidad Secreta del Ejército, algo prácticamente imposible para un extranjero con poco manejo del idioma.

Llegó para hacer vida de kibutz en Maagan Michael, en la costa del Mar Mediterráneo entre Haifa y Hadera. Allí trabajaba largas jornadas a cambio de vivienda y comida. El servicio militar era obligatorio, lo sabía, pero él apuntaba alto. “Durante mucho tiempo me enfoqué en estudiar hebreo porque necesitaba aprender vocabulario. Mi vida era estudiar y prepararme física y mentalmente, requisitos indispensables para enfrentar los desafíos”, recuerda Stendel con seguridad de soldado a través de una videollamada.

"Las exigencias eran numerosas. Además de realizar la rigurosa capacitación del Servicio, debía aprender vocabulario técnico en hebreo y dar dificultosos exámenes. Me preparé, mi vida durante meses constaba de leer por las noches, para luego levantarme a las 5 de la mañana para entrenar y poder hacer frente a las durísimas pruebas de resistencia”, relata Mauro, quien supo ser “adoptado” durante un año por una familia yemenita y se ganaba unas chirolas de mozo para afrontar los gastos diarios de dos colectivos, tren y comida para estudiar en Tel Aviv.

Esfuerzo extremo, dedicación 24 horas y fortaleza mental lo llevaron a ir superando etapas. De los 5.000 aspirantes quedaron solo 500, y luego los 25 más calificados fueron seleccionados para cumplir misiones especiales en sitios que, por supuesto, no pueden ser revelados. En esa lista aparecía Mauro Stendel, un argentino, algo inédito.

Gran ayuda para despegar y fortuna
Sus primeros pasos en los negocios fueron apadrinados por un francés con también pasado en Duvdevan, al que conoció durante las charlas que daba junto a millonarios para reunir dinero destinado a exsoldados del ejército israelí.

“Creyó en mí, me amparó, me abrió las puertas de su casa y me alimentó. Me mentalizó que todo es posible, y me levantó cuando estaba a punto de bajar los brazos”, agradece el joven argentino a quien recientemente fue reconocido por la revista Forbes como uno de los mejores asesores financieros y administradores de riquezas. 

La confianza entre ambos maduró al punto de que este empresario le tendió la mano para hacer negocios juntos. Sin dudas, el punto de inflexión para despejar de nubarrones el cielo de Maurito. Comparaban casas en pésimo estado a punto de ser rematadas, las remodelaban por completo y luego las revendían. La primera propiedad la compraron en 137.900 dólares, gastaron 40.000 en refaccionarla y la vendieron en 230.000: la ganancia a dividir fue de más se 52.000 dólares.

Una propiedad le abrió el camino a otra. Y siguieron otras tantas. Pero Mauro no se conformaba con esperar meses el dinero fruto de las remodelaciones y puso huevos en otra canasta: abrió una tienda online en Amazon. Compraba productos y los revendía, desde juguetes hasta muebles, pasando por aparatos para hacer ejercicio, máquinas para cortar el cabello y suplementos alimenticios. Y en este caso el pago de la compañía estadounidense de comercio electrónico llegaba más rápido, a las dos semanas.

Fuente: Clarín