Luis y María: Una historia de amor y lucha por cumplir su sueño de ser padres

Luis y María llevaban 12 años de casados, cuatro embarazos perdidos. Tres cirugías y los mejores tratamientos médicos; pero los llamados de Dios siempre son en el momento indicado. Pudieron llenar sus vidas y almas de felicidad al ser padre y madre adoptivos de una niña y un niño que crecen en un hogar bendecido y colmado de amor.

“Habíamos pasado por todo, hasta por profesionales que nos ofrecían vender niños. Muy sutiles, muy solapados, pero el lenguaje entre líneas lo dejaba entrever. Es que el mal no da la cara, se esconde entre bambalinas”, así comenzó su relato con La Red, Luis Alfonso sobre la historia y el camino que trazaron con su esposa María en la búsqueda por ser padres.

Luis comentó que habían tomado la decisión de inscribirse en el Registro Único de adoptantes, “pero los comentarios que escuchábamos, no nos constaba, era que el trámite era lento y burocrático”. 

Pero un 2 de febrero de 2012, sonó el teléfono. Eran unos amigos de Luis y María, agentes sanitarios quienes tomaron conocimiento de una mujer de 22 años, que iba por su quinto embarazo, “estaba en un avanzado estado de gravidez y no podía conservar su niño o niña, no sabía el sexo porque en sus meses de embarazo no se había realizado un control, después supimos que en realidad transitaba ya su noveno mes”.



“Inmediatamente, nos pusimos en contacto con ella: atravesaba una situación de gran marginalidad económica pero peor, su situación familiar, que la empujaban a tomar esa decisión”, describió Luis y al mismo tiempo contó: “Conversé con ella esa noche. Temía, como ya nos había sucedido otras veces, que nos pidiera dinero. Y era algo a lo que mi esposa y yo no estábamos dispuestos. En primer lugar, por estar contra nuestros principios. Lo más sagrado en la vida, para nosotros, es un hijo y no podíamos ´mancharlo´ con un origen indecible. En segundo lugar, ya conocíamos casos de gente que, frente a alguna situación similar, o había sido engañada en su buena fe sacándoles dinero, aprovechándose de la vulnerabilidad o bien hasta incluso, habían tenido problemas legales”.

Por esa razón, continuó explicando Luis, “mi conversación fue breve: no tenemos dinero, somos gente de trabajo, pero lo único que podemos prometerte es que tu hijo, será nuestro hijo y que daremos la vida para brindarle todo nuestro amor y protección”. “Ella nos manifestó algo que la acompañó en todo el proceso de la Adopción: estaba haciendo un acto de amor. Porque su situación no le permitía tener esta nueva criatura”. 

El camino del amor siempre es el correcto, es el que no lleva a ser millonarios de luz. Así fue, una tarde del 7 de febrero de 2012, “a días del primer encuentro, recibimos un llamado, donde nos informan que la niña había nacido y su madre, quería que nosotros la adoptáramos. Nuestra alocada salida hacia el hospital llegó al extremo de dejar todas las puertas y ventanas abiertas de par en par, corriendo al encuentro de quien sería nuestra niña”, admitió Luis, vivenciando nuevamente esa alegría inmensa que te infla el pecho.

“Y allí la encontramos, solas en su habitación de hospital:  sin familiares, sin flores, sin peluches (que era lo que acostumbrábamos a ver en nuestras familias y amigos. La bebé, vestida con ropita vieja y rota; Nada para estrenar. Mi esposa, se quedó allí; la cuidó toda la tarde y se quedó a dormir junto con ellas”, relató y admitió que “mi experiencia fue impactante: era una escena muy distinta a la que acostumbraba a ver frente a un nacimiento. Inmediatamente, luego de saludar, cargamos la niña en brazos. Primero mi esposa y luego yo. Llorábamos de la emoción”. 



Es que tener en brazos a un bebé tal vez es el momento más significativo, y es lo que nos comentó Luis con sus palabras desbordadas por la emoción: “al tener en brazos a la bebé, sentí por primera vez el sentimiento que me acompaña hasta hoy: el amor más grande que haya conocido; el amor más tierno, más puro y más desinteresado que exista. En ese mismo instante sentí que era mi hija, y no imagino que pueda existir amor más grande”.

Con asistencia letrada Luis y María, junto a la madre biológica, iniciaron los trámites para adoptar a Milagros, que hoy ya tiene 10 años. “Antes el sistema legal permitía este tipo de situaciones. Lo que se denominaba comúnmente ´un caso de bebé puesto´. O sea, que los progenitores podían elegir a quién dar el niño en adopción. Hoy en día la legislación es más estricta porque, lamentablemente se prestaba para situaciones fraudulentas y de tráfico de niños. Con el afán de evitarlo, el nuevo régimen de minoridad y el Código Civil y Comercial de la Nación, prevé otros recaudos orientados a evitar situaciones irregulares”.

Luis acusó que, en todo este proceso, hubo profesionales que intentaron “entorpecerlo”. “Hicieron todo lo posible para que la mamá biológica desistiera de su intención: no lo lograron, pero lo intentaron. Sorprendía el sórdido interés y la tenacidad en esa dirección. No evidenciaban ningún interés en la niña, ni en qué era lo mejor para ella”.

“¿Cómo iba a ser posible nuestra vida, si alguien decía que teníamos que apartarnos de nuestra niña? Si nos enamoramos a primera vista. ¿Cómo nos la podían quitar? ¡Era nuestra hija!”, se preguntó Luis y reflexionó: “Ese quizás sea el mayor temor y el mayor obstáculo de muchas personas para animarse a la adopción. El temor de que te entreguen un niño, y luego te lo puedan quitar”. 

De esta forma, al cabo de un año, luego de informes psicológicos, socio ambientales y audiencias judiciales, “Milagros fue formalmente, nuestra primera hija. Digo formalmente, porque fue mi hija, desde que la vi por primera vez”. 



Sin embargo, la historia de Luis, María y Milagros no termina allí, porque la familia se amplió, el amor continuó expandiendo su espacio en este hogar riojano. “A nuestro deseo de ampliarla, se sumó el de Mili, como le llamamos, de tener un hermanito. Ella sabía de su origen; nunca le ocultamos la verdad, y sabía también que su hermanito o hermanita, no vendrían del vientre sino, nuevamente, del corazón”.

“Y así fue, un 3 de enero de 2017, llegó su hermanito. Un niño de apenas un año de vida, separado de su hogar de origen por la justicia debido a situaciones graves que vulneraban todos los derechos de sus hermanos y de él”, asintió y con dolor dijo “otra vez la situación agridulce: estaba muy descuidado, desnutrido y con un chupete lleno de tierra, y sin la aplicación de ninguna vacuna. Los días sucesivos fueron de no dormir por un mes”.

Luis comentó que “el bebé tuvo que recuperar peso; armar esquema de vacunación y unas cuantas cuestiones más. El conocido pediatra Dr. Salomón Danon, una vez más, amalgamando su solvencia profesional y su calidad humana, fue de gran guía para ir sanando a nuestro niño, en todo sentido”. “Y una vez más, el ingrediente infalible que todo lo puede, el amor”, analizó con el corazón.

Aún la situación no está resuelta, por esa razón no podemos compartir su nombre, “pero le podemos garantizar que son 5 años y medio a nuestro lado, ese manojito de nervios y de dolor, es un sol, es amoroso, compañero, tierno y sumamente decidido e inteligentísimo. Como rasgo sobresaliente de su personalidad, es un luchador aguerrido, como si ese primer duro año de vida lo hubiese ´curtido´”



“Y así va la vida: con dos hermosos niños que son nuestros soles; los que nos motivan siempre a luchar, a salir adelante. Mili en quinto grado; cursando también estudios en escuela de inglés y taekwondista. Nuestro niño, promediando primer grado, también estudiando inglés y concurriendo a escuelita de futbol”, continuó contando Luis.

Luis reflexionando sostuvo que “les podemos asegurar que no existe diferencia entre un niño del vientre y uno del corazón. Podrían preguntarme cómo lo sabemos, si no tenemos hijos biológicos y la respuesta es simple: no imaginamos amor más grande que el que sentimos por ellos”.

Asimismo, comentó que “curiosamente la vida nos fue poniendo en el camino personas que querían adoptar, pero tenían temores y hoy, también son papás y mamás del corazón. Saber que tu experiencia sirvió de inspiración a otros, es indescriptiblemente gratificante”.

“Para aquellos que tienen éste temor, que yo también tuve, de la posibilidad de perder a un niño que te entregan, también los animo a la valentía, a luchar. Es como la vida misma; una lucha en la que nos vamos gratificando de ganar sucesivas batallas”, adujo.



Luis quiso hacer un pedido y brindar un secreto en todo este camino: “El pedido: a los operadores del derecho, tanto jueces como abogados, allanen todo cuanto puedan para hacer éstos procesos lo más corto y llevadero posible. El secreto. Nuestro secreto: pedir la intercesión permanente de San José, papá adoptivo de Jesús y de Mamá María, la mamá de Jesús. Para Dios, nada es imposible”.

Para finalizar, Luis quiso recordar una frase de Nando Parrado, uno de los sobrevivientes del Milagro de los Andes: “el amor nos lleva a actos heroicos y nos descubre una fuerza que ni nosotros conocemos”.

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