La historia de Mariela, quien a pesar de estar al borde de la muerte, nunca dejó de estudiar

En La Red conoceremos la historia de Mariela Carrizo, quien desde los 5 años sueña con ser Ingeniera. En el 2014 le detectaron Lupus, enfermedad que avanzó, le afectó el Sistema Nervioso Central y la dejó prácticamente al borde de la muerte. Sin embargo, jamás dejó de estudiar y hoy cursa las últimas 5 materias de Ingeniería Electromecánica en UTN-La Rioja.

Siempre se dice que cuando tienes un sueño “el universo entero conspira par que lo logres”. Así es para Mariela Carrizo, porque el sueño que tiene desde los 5 años de ser Ingeniera se convirtió en el de toda la Comunidad Educativa de UTN-La Rioja, a partir de que en el 2014 le detectaran Lupus, y luego de pasar por muchas circunstancias estuviera prácticamente al borde de la muerte.

Mariela Carrizo pasó por todos los estadíos de una enfermedad que fue avanzando hasta afectarle el Sistema Nervioso Central, llevando a que quede sin movilidad, dormida inconsciente. Sin embargo, gracias al amor de su familia y de un grupo de personas que ella los llama “los ángeles” de su vida pudo salir adelante y continuar con su sueño. “A pesar de todo lo que pasé nunca dejé de estudiar. Hubo un tiempo que, para poder estudiar mi hijo con 8 años me leía los libros de la Facultad, ya que no tenía fuerzas para poder sostener un libro”, explicó con el orgullo de quien agradece cada día por estar viva y abraza a la educación como la herramienta fundamental para su desarrollo personal.

Actualmente, se encuentra cursando las últimas 5 materias de su carrera y en breve alcanzará su objetivo de ser Ingeniera Electromecánica. Parece un milagro de Dios, porque de trasladarse solamente en ambulancia, pasó a la silla de rueda, luego, a movilizarse ayudándose con un andador, luego con un trípode, es decir un bastón con tres patas; luego, caminar con un bastón y ahora, a caminar por los pasillos de la Universidad sin ayuda. 


Pero querido/a lector/a conozcamos los detalles de esta impactante historia, que seguramente será aliento de vida para muchas personas.

Mariela Carrizo en diálogo con La Red, explicó que comenzó a estudiar Ingeniería Electromecánica en el año 2011. “Hice el curso de ingreso, comencé primer año todo normal, pero en el 2014, me aparecieron síntomas: adelgazaba muy rápido, comencé a debilitarme, a estar anémica, se me caía el cabello, la piel la tenía muy seca”.
 
“Fui al médico me hicieron muchísimos estudios hasta que detectaron que tenía Lupus. Entonces comenzaron a medicarme, tomé corticoides, Hidroxicloroquina, que es parte fundamental para los pacientes con Lupus”, contó Mariela.

Al pasar el tiempo, Mariela explicó que comenzó a tener más síntomas porque la enfermedad había avanzado. “El Lupus cuando está ´dormido´ no produce nada, podés hacer una vida normal, dentro de lo que te permite la enfermedad, por los dolores típicos de rodillas, codos, manos, todo lo que son las articulaciones”, indicó.

“Gracias a Dios en la Universidad como estudiantes tuvimos la convocatoria para acceder a la obra social DASUTeN”, agregó y al instante explicó que “eso a mí me salvó muchísimo porque venía atendiéndome en la salud pública, donde solamente me daban corticoide, la Hidroxicloroquina y nada más, y seguía haciendo una vida normal como cualquier joven”.

De esta forma, con la obra social pudo ser atendida por un especialista en Córdoba, donde conoce que “la vida normal” no la podía realizar, es decir, fumar, estar expuesta al sol, “muchas cosas que aquí no me habían dicho. Uno de los factores que te despierta la enfermedad es el sol, y hace que comiences con brotes lúpicos”.


Con la medicación, lo que sucedió, es que se hizo corticoide dependiente, “entonces en Córdoba trataron de quitar eso, lo cual me costó muchísimo. Cuando avanzaba con este procedimiento y mi cuerpo había comenzado a generar cortisona me da un brote lúpico”.

“Recuerdo que ya aquí en La Rioja comienzo con infección urinaria, me dan el tratamiento y me voy a mi casa. Voy al baño y no me pude levantar, no tenía fuerzas, entonces les pido a mis padres que me ayuden, me fui a acostar, y ahí se me durmió la pierna derecha, luego la mano izquierda, y así iba en zigzag. Por esa razón, mis padres piden una ambulancia, me internan en terapia intensiva en el Sanatorio Rioja, donde me hicieron una batería de estudios, pero a los días me pasan a sala común. Les dicen a mis padres que me lleven a mi casa hasta que Dios decida llevarme porque ya no había nada para hacer porque no tenía nada, es decir, había algo que me estaba matando, pero ellos no encontraban nada”.

Mariela continuando con su relato, comentó que ya en su casa, comenzó a empeorar, por lo que intentaban comunicarse con el especialista de Córdoba y no podían, además de que “para mi familia se nos hacía imposible poder costear el viaje, no teníamos los recursos”. “Tengo un hijo que en ese momento tenía 7 años, es decir, estamos solos aquí no tenemos más familia”, agregó.

“Comencé a perder sensibilidad, no podía mover las piernas, los brazos. Tuve que usar pañales porque no me controlaba, y así la enfermedad avanzaba. Un día estaba lúcida, dos no, y así”, detalló y continuó diciendo que “siempre digo que son ángeles en mi vida, porque uno de mis días que estaba lúcida, luego de dos días que no, porque ya estaba perdida en el tiempo, golpean la puerta, mi papá atiende y eran mi profesor de la Universidad, el Ingeniero Manuel Mercado y el Doctor de la Universidad, Luis García, que venían en nombre también del Decano, Ingeniero José Nicolás Nieto, la Secretaría Académica, Ingeniera María Luisa Palazzi, el Ingeniero Juan Páez, la profesora Licenciada Marcela Silva y el Ingeniero Martín Heredia”.



“En ese momento, cuando ingresaron a la habitación lo abracé a mi profesor, porque para mí son mi familia y lo único que recuerdo es que le dije: Manuel no me dejes morir, a lo que él me responde, ´quedate tranquila Mari que para eso vinimos, en nombre de José de todos porque hace un tiempo que no te vemos en la Facultad”, relató. “Ellos hablaron con mis padres y les dijeron que se iban a encargar de todo para que pueda atenderme en Córdoba. Al día siguiente mis padres lograron comunicarse con mi doctor que estaba volviendo antes de un congreso que se suspendió, y le explican la situación. Mis profes aquí gestionaron todo, mi traslado, el lugar para que mi madre, mi hijo y una amiga, Ruth, que es como mi hermana puedan estar conmigo”, informó. 

Mariela contextualizando un poco más, expresó que “ahí en Córdoba demoraron mucho en conocer qué me pasaba, porque eran pocos los días que estaba con lucidez, y es cuando podían valuarme, pero llegó un momento en el que ya no estuve lúcida, ya estaba postrada en cama. Un día, el 12 de junio, y lo cuento como algo jocoso, porque parece que había comenzado a moverme y una médica residente, Natalia, que estaba ahí alertó a mis médicos de eso, y al despertarme dije: soné, me morí y mi doctor dijo, ´está bien, la recuperamos´”.


“Todo eso porque habían comenzado a realizarme un tratamiento muy invasivo y costoso; por eso agradezco a Dios, a la Facultad y a la obra social DASUTeN, porque nunca dudaron y se pusieron a disposición para el tratamiento”.

Mariela quiso destacar una situación. “En medio de ese tiempo que estuve muy mal, en un día de lucidez, le pedí a mi mamá que busque un cura, y así lo hizo, a los 3 días lo consiguió. El Padre Joaquín me dijo algo que no olvidaré nunca, incluso cuando estaba inconsciente recordaba partes de esa conversación: ´hija Dios te tiene una misión tan grande en esta tierra que no te irás así nomás; vas a pasar por todo esto, entregá tu enfermedad a nosotros´”. 

“Un día, luego de que desperté, me sentía bien, me quise sentar y no pude, lo cual alertó a los médicos, pero la médica residente Natalia, me dijo ´tranquila Mari, hoy capaz no lo puedas hacer, pero después lo podrás, vamos de a poco´. Pero yo le respondí: no importaba porque estoy viva, y yo quiero vivir”, admitió y al instante sumó: “No me olvidaré nunca, que mi hijo con 7 años, arrodillado en la cama, me dijo ´mamá por favor no te mueras´”.

“Así pasó mucho tiempo. Tenía tratamientos muy invasivos y siempre postrada en cama. Mi vida era solamente mover la cabeza para un lado, para el otro no, porque no podía”, admitió, y continuó diciendo que “gracias a las quinesiólogas puede comenzar a moverme en la cama, luego a sentarme, pero me tenían que tener porque no tenía estabilidad, luego a poder pararme, etc.”.



Finalizando, contó que “también tenía que rendir académicamente y rendir los finales que me quedaron antes de enfermar. Así que rendí un final, postrada en cama, dos finales ya sentada, gracias a la Ingeniera María Luisa Palazzi y el Ingeniero José Nicolás Nieto que hicieron todos los trámites legales para que pudiera rendir de esa forma. Yo les decía, voy a ser Ingeniera”.

“Para mí es muy importante hoy estar aquí en la Facultad, cumpliendo el sueño de mi vida”, argumentó.