“Colón descubrió América un 12 de octubre de 1492” es lo que durante años se enseñó en los libros de historia desde una perspectiva totalmente eurocentrista; pero Colón no descubrió nada, lo cierto es que simplemente llegó a un continente que ya contaba con una diversa y rica historia ancestral.
“El 12 de octubre para nosotros, los pueblos originarios, es un día de duelo. El 11 fue nuestro último día de libertad”, sostiene Noelia Chumbita, perteneciente a la Nación Diaguita -comunidad Los Chumbichas, de la provincia de La Rioja. Desde ese día, asegura que diariamente viven un genocidio que la historia aún se niega a nombrar como tal.
Si bien durante estos años se fueron dando avances en la base de las luchas por contar la historia a través de los ojos de los verdaderos dueños de la tierra, aún hay mucho por cambiar. Como dice Noelia, mujer orgullosa de sus orígenes, “la ignorancia es parte de la invisibilización”. Desde los pueblos Nación sostienen que la educación (con su visión eurocentrista) es el principal medio de violencia simbólica actual, pero también confían en ella como su principal arma de batalla para no resignarse al olvido.
“Desde el sistema educativo se nos enseñó que era un ‘descubrimiento de América’, y debemos cambiar esa visión colonialista con más educación, para eliminar el racismo y el bullying, la discriminación en todas sus formas”, insistió. Es que el genocidio no solo se vivió hace 531 años, hasta el día de hoy se vive con el chineo, con la falta de políticas públicas, y con la apropiación de sus territorios.
Tal como lo alertó el investigador e historiador mexicano Miguel León-Portilla, en su texto ‘Encuentro de dos mundos’, hubo históricamente un sesgo en la forma en la que se construyó el conocimiento sobre el continente americano y sobre lo que se ha denominado el descubrimiento de América. “Se asimiló ese racismo, sobre la violación de nuestros derechos y la discriminación que se vive hasta el día de hoy en nuestros Pueblos Naciones”, manifestó sobre este punto Noelia.
Hoy ya no hablamos de celebrar la ‘raza’, sino de respetar la ‘diversidad cultural’. Uno de los impulsores y pioneros de este cambio en el 2010 fue el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI), que aseveró que “la división de la humanidad en razas carece absolutamente de validez científica, lo que constituye hoy una concepción político-social errónea y peyorativa; por lo tanto, su utilización sólo favorece reivindicaciones racistas”.
Sin bajar los brazos, los Pueblos Originarios aún luchan por su reivindicación y piden simplemente “ser escuchados”. Los reclamos son muchos, pero principalmente esperan que se valoren sus derechos como pueblo preexistente reconocido en la Constitución Nacional en su artículo 75 inciso 17. “La ley madre nos habla del reconocimiento de nuestro territorio, nuestros derechos, y las consultas populares previas, pero nada de eso sucede. Se omiten totalmente las leyes nacionales y los tratados internacionales, como lo es el Convenio de la OIT y todas las normativas que desde la ONU se llevaron adelante”, aseveró.
En plena época electoral, de debate y campañas, de esto ni siquiera se habla, y en nuestra provincia, aún no hay una normativa que los reconozca y los contemple. Desde la comunidad Diaguita se presentó un proyecto ante la iniciativa de la reforma de la Constitución Provincial, para que se los reconozca como habitantes, como Pueblo-Nación indígena Diaguita.
Actualmente son 80 familias, cada una conformada por un mínimo de cuatro integrantes. “Día a día buscamos rescatar nuestra ancestralidad, cuidar nuestra medicina ancestral, y ese es un trabajo que se realiza de manera interna en la comunidad, sobre todo para que los niños que la integran tengan una mirada basada en la cosmovisión y el respeto por la Pachamama”, cuenta Noelia.
Ellos luchan por existir, reivindicarse y trascender ante los ojos de una sociedad que se resiste a mirarlos. Ellos están y estuvieron desde siempre, son los verdaderos dueños de la tierra. La deuda histórica es enorme. El desafío: acortar esa brecha que nos separa de nuestras auténticas raíces.