CÓRDOBA.- Carlos Richard Ibáñez Morino era sacerdote en Bell Ville, estaba investigado por denuncias de abuso sexual de al menos diez jóvenes a comienzos de los '90. El Obispado de Villa María lo suspendió en su cargo y él se fue a Paraguay, donde igual siguió ejerciendo como cura.
Llegó en 1992 y, hasta hace unas semanas, continuó oficiando misas y trabajando con jóvenes. La historia la revela el diario paraguayo La Nación. No era el único, según el medio, habría al menos cinco sacerdotes argentinos denunciados por abuso sexual que estuvieron escondidos y amparados por la Iglesia paraguaya.
La primera orden de detención contra Ibáñez data de julio de 1992; la causa era "corrupción de menores reiterada y continuada y transmisión de enfermedad venérea". Buscado por policía, nunca lo encontraron.
El entonces juez de Menores, Miguel Viqueira, fue quien recibió las primeras denuncias. Al diario paraguayo le dijo: "Puedo confirmar que hubo denuncias concretas contra el padre por parte de unos 10 chicos, por supuestos abusos sexuales".
"Asistimos a estos jóvenes para darles un acompañamiento psicológico y emocional junto a sus familias, ya sea para los trámites de estudios clínicos, porque se denunció que varios de ellos fueron afectados por sífilis, o para avanzar en los estrados judiciales", agregó.
Por supuesto, las historias del caso se expandieron en Bell Ville y conmocionó a la comunidad que dejó de verlo y nunca supo más de él. Los testimonios de la causa señalan que el cura pagaba a los chicos víctimas que provenían de sectores marginales.
En los '90 la justicia paraguaya rechazó dos veces la extradición del sacerdote, reclamada por su par argentina. El 18 de noviembre del 2004, la Sala de Acuerdos de la Corte Suprema paraguaya dio vía libre al proceso, pero la causa había prescripto en Bell Ville.
Aunque durante la visita del Papa Francisco en julio último a Paraguay, Ibáñez Morino estaba en el lugar destinado a los curas, hoy ya no ejerce como tal. Cuando fue acusado de abuso, tenía a cargo la parroquia Nuestra Señora de Fátima en Bell Ville.
Fuente: La Nación.