Las aplicaciones de citas llegaron para cambiarlo todo; la manera de relacionarnos, buscar el amor y concebir el sexo se modificaron con la aparición de estas redes sociales que nos permiten encontrar pareja de una forma tan fácil como hacer un click. Sin embargo, una de ellas fue la que cambió la escena y marcó una inflexión, incluso antes de Tinder (que es la que mayor cantidad de usuarios cosecha anualmente).
Se trata de Grindr, cuya aparición en 2009 significó un antes y un después en las formas de vincularse para los hombres gays y bisexuales. Grindr es una aplicación de citas que reemplazó la tradición lujuriosa de buscar sexo en lugares públicos por la seducción y galanteo virtual, pasando de la adrenalina y el coqueteo que implicaba el crusing a las selfies, el calor de las nudes y la tentativa de buscar un hombre de compañía con tan sólo un simple tap.
La Red dialogó con Juan Pablo Sutherland, activista y escritor chileno, autor de Grindermanía, un libro que revela los secretos más profundos de esta aplicación en un trabajo auto-etnografico, donde recopila sus propias vivencias para analizar los vínculos y la forma en que el deseo y el sexo marica se pasea por los usuarios de la red social.
"Cuando trabajé en Grindermanía debía pensar en el salto entre el cruising histórico que hacían las comunidades homosexuales para ligar en el espacio público y de manera oculta; y Grindr, que complementa esas formas nuevas de relacionarse con el otro", explicó el autor.
El sexo a la vuelta de la esquina: Cómo se constituyen las relaciones a través de Grindr
La aplicación funciona a través de un sistema de geolocalización que muestra los perfiles de los distintos usuarios en relación a su proximidad, permitiendo ver su cercanía geográfica a través de localización GPS.
Sutherland adjudica a esta función como una de las principales de Grindr, ya que desnuda una estratificación que antes, con el cruising, no existía: "Antes te encontrabas en el parque con distintos hombres y no había ningún tipo de diferencias de clases sociales. Podía ligar un arquitecto con un repositor de supermercado; o un diplomático con un albañil", Grindr viene a romper ese esquema, permitiendo que "puedas estar en tu edificio, en tu espacio íntimo, y en el piso de abajo o al lado alguién puede estar en contacto contigo. Ahora te contactas con gente que está en tu radio y eso marca una diferencia".
Otra de las particularidades de Grindr es la forma en la que los usuarios se integran a la aplicación. Su interfaz hace que deban presentarse manifestando sus preferencias sexuales: especificando un rol activo, pasivo, versatil o si preferis practicar el sexo sin métodos que impliquen la penetración. También, invita a los usuarios a caracterizar su figura corporal, marcando si se es flaco, gordo, esbelto o musculoso: "Todo eso está puesto en escena. Son construcciones de la autopercepción de cada participante, por ejemplo: 'Soy masculino y no me gustan los afeminados', se va haciendo una especie de nuevas estratificaciones: 'Masculino por masculino, no locas, no plumas''', reflexionó el activista.
En este sentido, el autor cita una parte de su obra a la que llama "Menu a la carta en Grindr", donde describe la variedad de usuarios que hay; desde el chico adicto al sexo que sólo busca relacionarse a través de ese aspecto, el anti normativo, el chico bueno que sólo busca amistad o el autoritario homonormativo que aborrece todo acto de liberación marica.
"Cuando alguien entra a Grindr elige una foto, elige un rol, elige un cuerpo, elige una pose, elige un espejo, elige una edad, elige una vida. Elige una vida y destruye la que no te gusta. Tú eres el paisaje ahora, elige una locación; dormitorio, baño, costa paradisíaca, elige tus medidas sin pudor, ¿qué color de ojos quieres? Hazte una selfie, abandona el retrato; esa técnica se inventó en el siglo XIX, eres del siglo XXI. Etiqueta, elige un filtro, elige una nueva foto y espera qué dice el resto. Mírala hasta aburrirte y piensa en la próxima. Elige tus palabras claves, elige tu idioma, no respondas sin foto, elige tu mejor imagen, cuida los pixeles, rechaza sin problemas ni culpa, deja pasar a los ruidosos, sé lo más joven que puedas, elige un nombre, elige tus gustos, pon la música que más te gusta, sonríe poco, compra, esfuérzate por tu peso, tu vida digital es todo, sube tus archivos, tus claves, dí tú 0 positividad, no hables mucho, sé sobrio. Elige tu contextura, mediana, delgada o perfecta. Selecciona gente parecida a tí, que sean como tú. Buscate a tí en ellos, elige tu pequeña tribu, selecciona a tus amigos, sube tus fotos con ropa, no tap. Selecciona tus fotos, surfea. Elige vivir", leyó el autor de su obra Grindermanía.
Los usuarios se relacionan en la aplicación en una ética de exhibición, donde el mostrarse es la regla para tener un rendimiento respecto a la propia imagen.
Por otro lado, en la aplicación entra en juego una especie de delivery sexual al cual el autor denomina Canibalismo virtual: "Cuando navegas en Grindr crees que todos están con todos, y en general se producen varias cosas; primero que nada, no son tantos los que llegan a concretar la cita. Uno coquetea con el otro, arma algo con el otro, se mandan fotos pero la cita nunca se concreta", indicó.
Sin embargo, el sexo que atraviesa e interpela a los usuarios de la aplicación constituye un arma para desmantelar el discurso del amor romántico heterosexual y tradicional. Sobre esto, el activista reflexionó: "Los gays, los maricas y la comunidad LGBTIQ+ en general nunca tuvimos ese cortejo amoroso público y legítimo; todo siempre fue oculto y prohibido. No existió", dijo.
De alguna manera los movimientos feministas y de la diversidad combatieron para que esa construcción normativa de la familia tipo, donde el amor estaba ligada a la reproducción de una norma: "Ahora eso se desprendió, podemos tener sexo sin amor y también es legitimo", indica el autor, haciendo énfasis e la forma en que el sexo y el amor se desprenden uno del otro: "Grindr busca reivindicar el deseo y vivir el amor y el sexo de formas distintas a la norma heterosexual y normativa", finalizó el escritor.